Es diciembre. Es el mes en el que llega el invierno, Netflix y Hallmark comienzan a mostrar películas románticas festivas y el mundo se adorna con luces centelleantes y decoraciones festivas. Para algunos, hay una sensación innegable de magia en el aire. Para muchos, la temporada navideña es un momento de alegría, amor y celebración.
Sin embargo, para otros, diciembre también puede ser un mes muy desafiante marcado por sentimientos de soledad, tristeza e incluso depresión. En medio de los alegres villancicos y los bulliciosos centros comerciales, es importante recordar que hay personas que luchan en silencio con la tristeza de diciembre.
Mientras todos se apresuran a hacer sus planes navideños e intercambiar regalos, algunas personas luchan con problemas de salud mental. La depresión no toma vacaciones. La presión de estar alegre y brillante, y adherirse a lo que la sociedad considera la norma en esta época del año, puede intensificar las luchas de quienes lidian con problemas de salud mental.
Soledad en una Habitación Llena
Una de las paradojas de diciembre es la prevalencia de la soledad a pesar de la abundancia de reuniones sociales. La expectativa de fiestas navideñas y reuniones familiares puede amplificar la sensación de aislamiento para las personas que luchan contra la depresión. En una habitación llena de risas y alegría, alguien que lucha en silencio puede sentir que es el único que no se sumerge en el espíritu festivo.
Sentirse solo, incluso en compañía, es el peor tipo de soledad que puede existir. Denota una desconexión emocional que puede ser bastante profunda. Entender que alguien podría estar librando sus demonios bajo una apariencia alegre es el primer paso para fomentar la empatía y el apoyo.
El Peso de las Expectativas
Diciembre viene con un conjunto de expectativas sociales que pueden sentirse como una carga adicional para quienes lidian con la depresión. La presión de comprar los regalos perfectos para todos, asistir a cada reunión social y mantener una fachada de felicidad puede contribuir a un sentido de inadecuación. También puede llevar al autodesprecio por no establecer límites claros y permitirse simplemente ser arrastrado por celebraciones en las que no desean participar necesariamente. Sentirse obligado puede causar una tremenda cantidad de estrés y ansiedad.
Todas las películas navideñas representan un estándar de “perfección” que es irrealizable para muchos, si no para la mayoría. Es crucial redefinir la narrativa de lo que constituye una temporada navideña “perfecta”. La verdadera perfección no se busca ni se encuentra en la ejecución impecable de tradiciones. La verdadera perfección radica en la autenticidad de las conexiones que hacemos y la compasión que brindamos a nosotros mismos y a los demás.
Abrazando la Compasión
Es triste pensar que necesitamos la temporada navideña para mostrar compasión, pero diciembre puede ser una oportunidad para difundir calidez y comprensión a quienes puedan estar luchando. Pequeños actos de amabilidad, una palabra reflexiva o prestar un oído atento pueden marcar una diferencia significativa.
Si conoces a alguien que lucha contra la depresión, acércate. Hazles saber que está bien no estar bien, especialmente durante esta temporada. Extiende una invitación sin expectativas, crea un espacio seguro para conversaciones abiertas y ofrece tu apoyo sin juzgar.
Al celebrar la temporada de dar, recordemos también regalar el entendimiento, la empatía y el apoyo incondicional. Fomentando una comunidad de compasión, podemos hacer de diciembre un mes no solo de alegría festiva, sino también de auténtica conexión y comprensión. Ojalá este sentimiento pueda extenderse durante todo el año.
Redefiniendo el Espíritu Navideño
Quizás sea el momento de redefinir lo que realmente significa el espíritu navideño. No se trata de la grandiosidad de las decoraciones, la cantidad de regalos bajo el árbol o la perfección de un festín festivo. En cambio, se trata de la amabilidad, el amor y estar presentes el uno para el otro.
Diciembre puede ser el momento perfecto para hacer las paces con los seres queridos, ponerse en contacto con aquellos con los que perdimos la conexión durante el año y ser conscientes de las luchas que pueden estar ocultas detrás de una sonrisa. Al hacerlo, podemos transformar la temporada navideña en un momento de conexión genuina, donde la calidez de la compasión se convierte en la luz guía que ilumina incluso los rincones más oscuros de diciembre.
Si todos contribuimos con un poco de amabilidad, amor y compasión, tal vez habría menos personas solitarias en el mundo, menos personas luchando con problemas de salud mental y un sentido más fuerte de comunidad. Seamos la luz para aquellos que pueden estar navegando por las sombras de la depresión. Al tejer la compasión en el tejido de nuestras festividades, podemos hacer de este diciembre una temporada de curación, comprensión y alegría genuina para todos.
Te deseo un diciembre lleno de calidez, compasión y el verdadero espíritu de la conexión.
Con amor, Namaste.
Venerina
Estrés, efectos emocionales y físicos
Agradezco a Venerina Conti por este análisis completo de los efectos psicológicos, mentales y emocionales que la expatriación puede causar en las personas migrantes y que también pueden traducirse en efectos físicos. De hecho, para combatir y contrarrestar los efectos negativos del cansancio por estrés, el cuerpo intenta producir respuestas hormonales específicas, causando alteraciones en el equilibrio interno a nivel endocrino, humoral, orgánico o biológico. La respuesta a un evento estresante produce efectos emocionales, psicológicos y/o somáticos.
Todas las situaciones que experimenté personalmente en los primeros meses (o quizás debería decir años) de mi expatriación: insomnio, nerviosismo, trastornos gastrointestinales, dolor y tensión muscular, dolor de cabeza, bruxismo, zumbido en el oído… pero también tristeza, depresión, soledad, desánimo. Pero sobre los efectos físicos del “estrés de la expatriación”, hablaré en un próximo artículo.
Emigrar es sinónimo de estrés – Articulo original en “Tornare in Sicilia” de Chiara Crisci